Una "secta" llamada "Alea iacta est"
No seré el primero en decirlo pero tampoco el último en notarlo. Llamo "secta" a una importante e histórica forma de ganarse el cielo en la tierra que hoy pasa desapercibida y hoy más buscada y necesitada que antaño. Créanselo porque es verdad. Señoras y señores, se llama "Alea iacta est" y su actividad se propaga por todos los rincones del mundo.
Quién diría que un emperador como Julio César iniciara -sin quererlo- esta "secta". "El dado está echado" o "la suerte está echada", palabras del César tras cruzar el Rubicón hacia Roma, sabiendo que originaría una guerra civil en el imperio, fue la semilla de esta "secta" a la que muchos se han adherido con el tiempo y que no para de sumar adeptos a la causa. Si bien no se busca la guerra, lo cierto es que esta "secta" acapara la atención de gente de todo tipo, raza y condición. Y por supuesto, economías de muchos países han encontrado en esta "secta" una aliada indiscutible.
Ese dado y esa suerte que se echa la llamamos también azar y consta de sinónimos como apuestas, loterías, etc. Digo que la llamo "secta" el azar utiliza mecanismos similares. Suscita y defiende intereses privados, es dirigida por unos pocos -poseedores del funcionamiento y gestión- y buscan interesarse, a través de sencillas reglas o propuestas, del dinero de la gente como promesa de eterna o momentánea felicidad. El resultado es que pocos son los afortunados y muchísimos los desilusionados. Pero, curiosamente, a unos y a otros se suman más y más a la misma causa, convencidos que esa suerte, esa salvación, pronto les llegará o tocará. Engaño para muchos e ilusión para casi todos. Pero el sistema funciona y el dinero sigue fluyendo. Toda una ganga para los tiempos que corren. Una promesa que no acaba y una felicidad que todavía no llega, al menos para la mayoría.
"Alea iacta est". Tres palabras que divinizan un ansiado mejor futuro para tratar de superar un problemático y no tan deseado presente. Hoy muchos confían su "suerte" a estas tres palabras -sistematizadas y perfectamente organizadas-, olvidando esa suerte que desde la primera vez que lo intentaron aún no ha llegado. Quizá suceda que esa suerte esperada nunca llegue. De todas formas -"que por intentarlo no falte", dirán algunos. Pues sí, la promesa del cielo en la tierra tiene tanta historia como seres humanos han existido. La cuestión es: ¿de verdad esta suerte podrá satisfacerla
el azar? Mientras tanto, sigamos apostando, sigamos soñando. No estamos seguros qué tipo de suerte esté echada. Aseguremos nuestra vida sensatamente, y que sea lo que Dios quiera.
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