La experiencia para vencer y superar nuestros miedos
Aprovechando que es domingo y estamos en Pascua, puede darnos luz pasajes como éste. Recordando la "experiencia de Emaús" en breves pinceladas quizá pueda orientarnos a seguir dando la batalla contra nuestros puntos flacos o débiles, que tienen su correspondencia en los miedos que a lo largo de nuestra vida van tomando posición y se asientan en nuestra personalidad. Retomando esta necesidad de superar o vencer nuestros propios miedos, esta experiencia de Emaús nos puede ser muy útil. Repasemos ágilmente en cinco momentos este proceso personal en boca del evangelista y recordando la experiencia que una tarde ya lejana tuvieron estos dos discípulos el día de Pascua.
1. "Conversaban entre sí todo lo que había sucedido" (Lc 24,14):
Aun sin conocer los temas de conversación, claro está la desilusión que imperaba en sus rostros y ánimo. Normal, cuando se trata de sueños no realizados y esperanzas no cumplidas o satisfechas. Hablar del pasado tiene su rostro melancólico, máxime si queriendo a una persona, ves lo que le hacen y no ves lo que querías ver. Desenlace fatal y pena inmensa, sobre todo interior, que no tiene manera de aliviar. Salir del escenario y del ambiente es muestra del miedo que se siente cuando los planes fracasan y las esperanzas se frustran.
2. "¿De qué discuten por el camino?" (Lc 24, 17):
Caminando por la vida encuentras todo tipo de gente que "pasa". Pocos son con quienes te quedas a charlar y muchos menos los que se paran para entablar conversación contigo. Una de estas personas se suma en el caminar de estas personas para acompañarlas. Extraño gesto para tiempos individualistas y egoístas. Y sí, no solo se suma sino que interpela, irrumpe y descongela el ambiente. Nótese que este tercer caminante usa la palabra "discuten", que refleja el grado de intensidad o enzarzamiento dialéctico de nuestros amigos. Sin duda alguna pacificar ánimos, preocuparse por ellos, amenizar el momento y acompañarlos, podría ser la intención de este desconocido. ¿Por qué? Seguramente la sorpresa y al mismo tiempo la curiosidad habrán invadido sus mentes. El caso es que este individuo logró captar su atención y su tiempo.
3. "Nosotros esperábamos que fuera el salvador de Israel" (Lc 24, 21):
Aquí encontramos la clave de todo. Ellos esperaban, y sus esperanzas no se cumplieron, síndrome de derrota e infelicidad. Además, esa esperanza estaba descentrada, desenfocada, porque apostaron su vida en alguien que pusiera orden y cambiara el sistema social y político, cosa que no ocurrió. Esta es la piedra de choque de nuestros miedos: apostar al todo o nada y errar en el intento. La consecuencia de nuestros fallos suele ser la de estos dos amigos, que creyendo una cosa les sale otra; que habiendo renunciado a mucho, sienten haber perdido todo. Los miedos nos hacen retroceder campo ya recorrido y blindan nuestro ánimo apostando nuevamente todo, pero al revés, es decir, encerrándonos para curar nuestras propias heridas.
4. "Insensatos y tardos de corazón" (Lc 24,25):
Ante el panorama anímico de estas dos personas, el tercer caminante toma la palabra, y lo hace de manera seca, directa, clara y retadora. Suena a reproche de amigo a amigos, es como cuando llamas a alguien para contarle todo lo que has hecho y te "canta las cuarenta" sabiendo que su respuesta servirá de ayuda. Pues bien, este desconocido les planta cara y les hace entrar en razón. Comienza de nuevo a intentar ganar ese terreno perdido, argumenta y motiva como alguien cercano, sincero, preocupado por lo que les sucede y además sin ninguna prisa o costo a cambio. Cómo necesitamos de este tipo de personas en tiempos como estos. Escasean esos "buenos desconocidos" para acercarse y compartir el tiempo y su vida con nosotros. Y los dos amigos que marchaban a Emaús tuvieron esa suerte. Ojalá que no sean los únicos.
5. ¿No ardía nuestro corazón?" (Lc 24, 32):
La respuesta que nace del interior es más fuerte, más completa. Los errores no lo son todo, porque la esperanza no depende de cuánto te equivocas sino de cuánto luchas. Mientras hay tiempo, hay esperanza; y si te das cuenta de tu error, aún puedes reorientar cuanto eres y cuanto tienes. La certeza que provoca la seguridad rompe cualquier atisbo de miedo e inseguridad. Está claro que Jesús se mostró tal cual para que ellos se dieron cuenta que no era la persona ideal a sus expectativas humanas, sino la auténtica persona que responde a las verdaderas necesidades personales. Los miedos desaparecen, las dudas se desvanecen. La respuesta -como dice el pasaje- fue levantarse y volver a Jerusalén y ver a sus demás compañeros. Estaban seguros y ciertos, y bien valieron caminar otros once kilómetros para contar lo que les había sucedido y cómo habían reconocido a Jesús. Fuera miedos, fuera inseguridades y fuera falsas esperanzas. Lo vieron con sus propios ojos, lo escucharon y compartieron esa tarde de Pascua con la verdadera persona a la quien seguían y querían estar.
Así es la experiencia auténtica que es capaz de ajustar, retocar o cambiar nuestra vida. Se trata de la experiencia que supera y vence cualquier duda, cualquier bajón de ánimo y cualquier falsa esperanza. Aquí está el proceso y en estas líneas espero puedas encontrar luz para superar y vencer tus propios miedos. Basta ser valiente, caminar, escuchar y dar tiempo. Al final cuento con que también arda tu corazón como estos dos discípulos, que nos han dejado su testimonio para bien de todos nosotros.
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