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La experiencia de la Llave

Una reflexión sobre el tramo de vida recorrido

Con el paulatino paso de las semanas, entre idas y venidas, cosas por aquí y por allá, vas identificando, asentando y sobretodo valorando oportunamente cuanto ocurre y cuanto te sucede. Personalmente, puedo decir que me han pasado muchas cosas en mi vida, impresionantes, milagrosas, increíbles, inimaginables y sublimes. Otras en cambio no tan agradables o positivas. Unas y otras tienen su lugar y he de encontrar su espacio identificando -si cabe- su valor pasado, presente y también de cara al futuro.

Quiero compartir una reflexión que es más que una idea, que una imagen y que un contexto, aunque tienen un poco de estos ingredientes. Hablar de uno mismo no agrada, pero estoy de acuerdo que viene bien de vez en cuando exteriorizar lo que se siente para bien personal -y  si se puede, de muchos más-. Por eso me animo a expresar algo de lo que llevo, esperando sea de utilidad.

Desde hace más de dos décadas Dios me ha querido entre sus filas como herramienta suya. Desde los doce años me llamó y le dije que sí, casi sin saber lo que hacía, pero entusiasmado del porvenir. Muchos años de preparación culminaron con la unción sagrada hace poco más de cinco años. Casi veintiséis años en esa respuesta y ese seguimiento me han dado lo que tengo y lo que soy. He sido testigo de auténticas maravillas y milagros, he experimentado en carne propia la acción sobrenatural y potente de Dios, y también la del mal. Es por eso que para resumir en una frase o expresión, creo que "la experiencia de la llave" es la que puede servir de síntesis de este gran trecho de mi vida.

La experiencia de la llave. ¿Por qué la llamo así? Precisamente porque esta imagen ayuda a comprender a grandes rasgos mi vida. Cuando Dios me llamó a los casi doce años, experimenté como si Él me hubiera dado una llave. Una llave que tenía que aprender a usar, a valorar, a encariñarme con ella y saber cuidarla y guardar para cuando fuera momento. A lo largo de los años, sea de formación como de pastoral, fui aprendiendo a entrever cuál es el secreto para usarla. Y sí, está claro que esta "llave" que es la vocación y el sacerdocio no es una llave cualquiera. 

Es verdad, somos portadores de esa llave, pero también es verdad que esa llave no es nuestra. A mí me la entregó el Señor, el dueño de esta llave y de cada una de tantas llaves como vocaciones existen en la vida. Pero esta llave, este don, tiene una magia o secreto, que es el don y el misterio que encierra esta vocación específica. Es la llave que sirve para abrir puertas de corazones y de sensibilidades, para abrir espacio en las personas y pueda entrar ni más ni menos que Dios mismo, a través de su gracia (sacramentos, bendiciones, conversiones, consejos, acompañamiento, etc). Esta llave exige de quien la posee una experiencia única e irrepetible de amor y de humildad, de sencillez y al mismo tiempo sinceridad y generosidad. La llave que Dios me ha confiado es de verdad la más especial que una persona puede poseer y administrar.

Pero esa llave no es mía. Y así como tratas de cuidarla, guardarla y emplearla cuando el Jefe lo necesite y las personas así lo requieran, también es verdad que puede suceder -y de hecho lo confirmo-, que por situaciones y necesidades particulares, también el Jefe puede ver que conviene salvaguardar y cuidar esa llave en previsión y en bien tanto del sujeto que la tiene como de los efectos negativos que su mal uso podría acarrear en el futuro inmediato y posterior.

Aquí es donde solo Dios sabe y el sujeto particular también hasta donde llega ese momento y cuáles son las auténticas motivaciones y repercusiones de decisiones de este tipo. Pero sí, también existen estas situaciones y doy fe de ello. En todo momento he tratado de respetar y cuidar esa llave. He sentido y experimentado lo más grande e impresionante que es tenerla y poder manejarla. Pero, es verdad, también he sentido que por salud -sobre todo interior- el Jefe me hizo ver que esa llave no tenía por qué romperse o maltratarse, y mucho menos la persona que la tiene necesitaba un respiro de vida y una nueva forma de seguir dando lo mejor. Repito, en respeto de la verdad y de este don y misterio, uno tiene que ubicarse, reconocer las cosas y dar siempre ese lugar. La vocación se funda en una respuesta a una llamada y un seguimiento a una persona. Solo quien da y quien recibe esta vocación entiende el inmenso y profundo valor de esta "llave".

Por eso, la "experiencia de la llave" me hace tener presente el punto de partida, Dios, y el punto de llegada, la eternidad. En medio está nuestro camino. Los senderos son inmensos, las decisiones se toman, pero siempre teniendo en cuenta de dónde venimos y a donde hemos de llegar. Experimentar llaves como las que he tenido suscitan eterna gratitud hacia quienes han hecho posible esto. Y seguir experimentando esta realidad en el día a día me motivan a seguir dando lo mejor. Aún hay trecho que caminar hasta la eternidad, y sigo confiado que el Jefe me vaya guiando por los senderos que en la misma dirección me conduzcan en la dirección correcta. Y créanmelo, experiencias así marcan la vida, aquí y después, y pueden seguir siendo de ayuda no solo para mi, sino también para muchos más.

Así que, quienes tengan esta llave, sigan valorándola, aprendiendo de ella y utilizándola. Dios nos necesita y les necesita, como todos los necesitamos. Quienes la hemos tenido, somos conscientes de nuestro sello y de nuestra labor. Unos y otros seguimos respondiendo -cada uno de la manera conveniente- para que no quede en vano, para dejar nuestra huella profunda en muchos corazones y almas, y para que la obra buena que Dios comenzó en nosotros, llegue a buen término. A nosotros nos toca y de nosotros depende.Falta mucho por hacer y tenemos un privilegio que nos sigue exigiendo y orientando a dar fruto, y que ese fruto dure y permanezca.

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