Hablar del acompañamiento pastoral tiene que ver con la realidad personal que cada día experimentamos. Significa encontrarse consigo mismo, con Dios y con los demás -en la que experimentamos y tomamos conciencia de quiénes somos, nuestro origen, camino y destino de vida-. Significa también la necesidad de compartir nuestra vida con nuestros semejantes para conocernos mejor, realizarnos y trascender en el aquí y ahora de nuestro peregrinaje de vida.
El Acompañamiento Pastoral hace referencia a dos realidades muy específicas, por las que se entiende y expresa mejor la misión evangelizadora en la Iglesia Católica.
Acompañamiento: realidad personal que expresa la relación interpersonal, a través de encuentros en los que se comparte la vida mutuamente.
Pastoral: realidad práctica y ejercicio del cuidado personal integral -individual y comunitario- desde la realidad espiritual (Comunión).
Ambas realidades coexisten en un contexto muy particular: el legado de Amor enseñado, vivido y transmitido por Cristo Jesús a sus apóstoles a quienes hemos recibido su invitación a participar con Él de este mismo estilo de vida (discípulos misioneros). Esta vinculación con Cristo se entiende como respuesta personal a su llamado -aprendiendo, viviendo y testimoniándole-. No se entiende el Acompañamiento Pastoral sin esta experiencia y relación personal con Cristo, Buen Pastor; Camino, verdad y Vida; Maestro de vida y de amor.
¿Cómo definir el Acompañamiento Pastoral? Tomando pie de lo dicho hasta ahora, podemos afirmar que el Acompañamiento Pastoral es el arte práctico del cuidado espiritual de las personas. Consiste en el arte de compartir la propia vida con cuantos sea posible, con Cristo, Buen Pastor, a través de la escucha integral y el prudente discernimiento. El ámbito de acción es la conciencia humana y la forma de actuación se basa en el encuentro personal -individual o grupal-.
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